La diabetes es el resultado de una suma de diferentes factores genéticos y ambientales, siendo específicamente el papel de esos últimos transcendental. Los estudios indican que las sociedades que presentan cambios significativos y negativos en su estilo de vida (mayores tasas de sedentarismo, malos hábitos alimenticios, exceso de peso y obesidad) presentan, cada vez más, un aumento en el número de nuevos casos de diabetes diagnosticados por años.

En ese sentido, se ha evidenciado la relación entre la obesidad central (cuando la grasa se acumula principalmente en el tronco y en el abdomen) y el desarrollo de la diabetes. Esta asociación se observó en múltiples estudios con diferentes poblaciones, que demostraron que el riesgo de la diabetes crece con el aumento del índice de masa corporal, del peso y del perímetro abdominal. Las evidencias demostraron también que adelgazar mejora la sensibilidad del cuerpo a la insulina y que desacelera la fase de prediabetes.

Con relación a la actividad física, los estudios demostraron que, independientemente del grado de exceso de peso u obesidad, hacer ejercicios reduce el riesgo del desarrollo de diabetes. La práctica de actividades tiene potencial de aumentar la sensibilidad del cuerpo a la insulina, pero el límite mínimo para alcanzar ese beneficio aún no se ha establecido.

Por otro lado, las dietas ricas en grasas predisponen al desarrollo de intolerancia a los carbohidratos y al posterior salto a la diabetes. Las dietas grasosas resultan también en elevadas concentraciones de glucosa en ayuno y en la menor sensibilidad del cuerpo a la insulina. Al hablar concretamente de los tipos de ácidos grasos, las pruebas muestran el daño del grupo de los saturados; una dieta rica en saturados está asociada a la intolerancia a los carbohidratos, a concentraciones elevadas de glucosa e insulina en ayuno, menor sensibilidad del cuerpo a la insulina y mayor riesgo de desarrollar diabetes.

Las pruebas sugieren que los ácidos grasos saturados deben ser sustituidos por los no saturados, que mejoran la tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina. Finalmente, las pruebas a favor del consumo de fibras que ejercen factor protector es, realmente, bastante fuerte.

Por último, no podemos dejar de mencionar los ácidos grasos omega 3 y las grasas trans, que han sido blanco constante de la atención de los investigadores en los últimos años. Los ácidos grasos omega 3 (un subtipo de poliinsaturados) son un componente primordial de la dieta, no solo por la imposibilidad del cuerpo de producirlos, sino también porque existen evidencias que indican la reducción de la mortalidad por enfermedades crónicas, especialmente las cardíacas.

En contrapartida, las evidencias son contrarias a los ácidos grasos tipo trans, indicando que ingerirlos en exceso aumenta la posibilidad de enfermarse, pues aumentan los niveles del colesterol “malo” y reducen el colesterol “bueno”.

Existe una extensa reserva de estudios sobre la relación entre la diabetes, las actividades físicas y la alimentación. Otros factores, como las vitaminas y los minerales, también están en la mira de investigadores, que intentan entender si existe una relación entre ellos y la diabetes. A continuación, presentamos una tabla que resume el asunto tratado en el texto y el resultado de otras investigaciones sobre los factores ambientales:

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